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lunes, 28 abril, 2025

LA NATURALEZA EN LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMATICO

En los años setenta, un grupo desconocido de ecologistas inició lo que se convertiría en un hito medioambiental con la campaña “Salvemos a las ballenas”. Las ballenas, junto con los delfines, son las mejores aliadas de la acción climática, por su papel crucial en la capacidad del océano para fijar, almacenar y secuestrar carbono.

Salvemos a las ballenas

La iniciativa se convertiría en el punto de arranque que desencadenó un movimiento global para salvar a las ballenas, que transformaría la opinión mundial y daría lugar a la decisión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 1982 de aplicar una moratoria a la pesca comercial de ballenas. Gracias a ello, desde 1986 la caza comercial de ballenas está prohibida. 
Esta acción de conservación sin precedentes supuso la recuperación del número de ballenas. A mediados de la década de 1950 solo había 450 ballenas jorobadas en el Atlántico suroccidental (frente a unas 27.000 en la década de 1830). Hoy esos cetáceos se han recuperado hasta alcanzar el 93% de su población anterior a la explotación de la especie. De hecho, se estima que la mayoría de las poblaciones de ballenas jorobadas se han recuperado casi por completo.

Las ballenas y los delfines: aliados de la acción climática

Una organización benéfica mundial, Whale and Dolphin Conservation (EN), dedica su trabajo a la protección de ballenas y delfines en todo el mundo.

«Trabajamos en todo el mundo haciendo campañas, presionando y asesorando a los gobiernos, llevando a cabo proyectos de conservación y realizando actividades de educación y compromiso», afirma el director de Ballenas Verdes de la organización, Ed Goodall. «Nuestra visión es la de un mundo en el que todas las ballenas y los delfines estén a salvo y sean libres, y utilizamos y apoyamos los últimos avances científicos para reforzar los argumentos a favor de la protección de las ballenas y los delfines, como aliados vitales de la acción climática e ingenieros del ecosistema, y como seres inteligentes por derecho propio».

Según Goodall, las ballenas y los delfines «desempeñan un papel destacado en la capacidad del océano para fijar, almacenar y secuestrar carbono. Son una parte importante de la compleja red de vida marina que hace del océano el mayor sumidero de carbono del planeta, moviendo nutrientes vitales que estimulan el crecimiento del fitoplancton». Por eso, Godall considera a las ballenas y los delfines los «aliados de la acción climática».

Cuando las ballenas mueren, el carbono que almacenan queda encerrado en ellas. «El carbono de la carcasa [de las ballenas] se descompone y es consumido por todo tipo de especies, y luego se almacena y recicla entre la comunidad bentónica o se queda en los sedimentos, donde puede permanecer secuestrado durante miles, quizás incluso millones de años», afirma Goodall. «Aunque un átomo de carbono puede llegar a muchos lugares; en general, se queda en las profundidades marinas».

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